Volviendo a casa en Uber

20 de Septiembre del 2022
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Se escucha cómo se abre la puerta trasera derecha del elegante coche que ha venido a buscarnos. La música del club aún retumba en mi cabeza y me hace preguntarme si no me estaré haciendo mayor para esto. Sin embargo, la compañía ha sido perfecta.

—Pasad, pasad —nos invita Adrián haciendo un gesto con la mano para que pasemos  mi amiga Miriam y yo. Los tres nos conocemos desde hace mucho. Bueno, amigos amigos, no somos, por lo menos de Adrián. Miriam sí. Ella es la típica amiga que te acompaña desde que eres pequeña hasta que mueres, o hasta que se lía con tu marido o tú con el suyo.  De momento no es el caso.

—Vale, pasa tía— dice Miriam haciéndome pasar primero, lo que me obliga a tener que ser yo quien salude de primeras a nuestro nuevo conductor, que no me importa, y lo intento hacer bien, pero en este estado prefiero que hable otro.

—¡Hola!— digo animadamente mientras me desplazo hacia la ventanilla del final.

—Buenas noches, ¿A dónde vamos?

—Pues a ver… ¿Dónde vivís vosotras? —pregunta Adrián.— Yo vivo cerca de la estación.

—Vale, pues tía, te bajas tú primero que vives aquí al lado, de camino que me deje a mí y luego que vaya para la estación, ¿no?—. Me mira esperando que asienta con la cabeza, y eso hago.

—Vale, ¡por mí bien!

—Luego te hacemos un bizum y ya está, ¿te parece?—. Ya está mi amiga haciendo sus tejemanejes. Siempre me ha parecido divertida su relación con el dinero.

—Sí, sin problema.— ¡Qué majo Adrián!

—Señor, a la plaza por favor —. Ordeno al conductor de Uber en un intento “vago” de parecer autoritaria.

—Vamos para allá —responde el del Uber mientras marca la ubicación en su GPS.

—Yo pensaba que vosotras vivíais juntas.

—No, ya no… Me abandonó por un novio —dice Miriam mientras me da unas palmadas en el muslo.

—¡No tía! No fue abandono… —me reivindico.

—Ya ya… Es broma… —Y seguidamente le decía en susurros a Adrián—. No, no es broma.

 

Admiraba la seguridad de Carmen. Era capaz de lo mejor y de lo peor al mismo tiempo, pero siempre con confianza en sí misma.

Adrián se inclina levemente y me mira. —Ah, ¿y tú has vuelto a casa de tus padres?

—No, no, vivo en un apartamento, cerca de donde antes tenían mis padres la casa.

—Ahhh… Okey… ¿Y vives sola?

—¡Ya está éste tirando fichas!— se sobresalta mi amiga. Lo cierto es que si parecía una buena ficha—. Pero no vas a ir a dormir a su casa ¿eh? ¡Que lo sepas!

—¿He dicho algo acaso?

—Sí… Como si no te conociese…


Lo cierto es que si aquello eran fichas, estaba dispuesta a recibirlas.

—Sí, vivo sola —dije en un tono despreocupado.

Estábamos llegando a casa de Carmen. Reconozco este camino perfectamente.

—¿La dejo por aquí? —pregunta el conductor de Uber.

—Sí, ahí delante por favor.

—¡Hablamos mañana y me cuentas! —le digo a Miriam como despedida.


Abre la puerta del Uber y sale. —¡Te quiero! ¡Tened cuidado! Me lo he pasado muy bien contigo y con tus amigos —dice dirigiéndose a mi futuro match.

—¡Estás invitada a venir cuando quieras! —responde él.

—Ciaooo.

—Adiós.

 

Cierra la puerta tras de sí, dejándonos solos a Adri y a mí… Bueno, y al conductor de Uber que no tarda en hacerse notar.

—Vale, ¿a dónde vamos ahora?

—Pues… —titubea Adrián.

—Vamos a la zona del ayuntamiento —digo convencida.

—Entonces… ¿no han funcionado las fichas que te he tirado indirectamente?

—¿Qué fichas? Si no me has tirado ninguna ficha… Lo de si vivía sola ¿dices?, eso no es una ficha…—. Era una ficha, estaba claro. Pero no iba a ponérselo tan fácil.

—¿Y esto…? —se acerca y empieza a besarme en los hombros y en el cuello.

—Hmmm Sí… Esa ficha la he notado un poco más… Pero tampoco te creas que la he notado mucho ¿eh?—. No puedo evitar reírme.

—¿Y esto? ¿Lo notas? —dice mientras coloca su mano en mi muslo derecho y empieza a acariciarme, subiendo lentamente por mi cintura, pasando por mi vientre mientras me mira con cierta picardía… Notar su piel en mi cuerpo hace que me encienda casi al instante. Sus manos no dejan de subir, y termina agarrándome las tetas

—Eso lo noto un poco más— digo mientras me muerdo el labio inferior.

—Señor, ¿puede subir un poco la radio? —le pregunta al conductor.

—Claro.

—¿Para qué quieres subir la radio? —pregunto.

—Para decirte una cosa sin que nos oiga.

—¿El qué?


Se produce una pausa… Está eligiendo muy bien las palabras, o eso parece por cómo me mira…

—Que tengo unas ganas locas de hacerte un dedo aquí mismo.

—Dios… Qué directo eres, ¿no?


Ufff… Me ha puesto mucho que sea tan directo. No me gusta admitirlo, pero son las 6 de la mañana, venimos de fiesta, y me parece tan guapo que hace que me estremezca solo de pensarlo.

A pesar de que no le digo nada más, nota en mi mirada una reacción positiva.

—Sí… un poco —se ríe.


Me había encendido… De hecho, me he mojado un poco… Y no quiero quedarme con las ganas.

—¿Quieres hacérmelo aquí? ¿Delante del conductor?

No tarda en sonreírme con un arqueo de cejas que me indica que es justo lo que quiere.

—Si tú quieres… —dice acariciándome suavemente el muslo.

No le iba a decir nada y menos aún que parase, a ver cuán atrevido es…

Poco a poco sigue subiendo y noto el calor de la yema de sus dedos recorriendo mi piel… y se me escapa un pequeño y a la vez delatador gemido cuando alcanza mi zona favorita del cuerpo.

—Me gustas mucho… Mucho mucho…

—Tú a mí no mucho —le digo en tono de burla.

—¿Ah no? Pues esto parece que dice otra cosa —dice retándome.

Me hace reír de nuevo… —Sí… y verás ahora cuando lleguemos—. Ahora la directa he sido yo… A ver cómo reacciona.

—Mmmmm ¿me vas a invitar a tu casa, entonces?

—Dios… Sí…. Digo, sí, si quieres, sí—. Se me escapa otro gemido, éste más delatador.

—Shhhhh… que te oye.

Sigue besándome el cuello mientras su mano derecha lucha por bajarme la cremallera del pantalón… Me está poniendo loca. ¡Me lo quiero tirar ya!

—¡Para! ¡Para! ¡Que ya hemos llegado! —le imploro.

—Ya estamos aquí, chicos —dice el conductor de Uber mientras nos mira de reojo por el retrovisor y valida el viaje con el móvil.

—Ah vale, vamos.

 

Salimos del Uber ¿Se habrá enterado el conductor de nuestros quehaceres?

—Ya está pagado ¿no? —pregunta Adri cuando ya tenía medio cuerpo fuera del coche.

—Sí, ya está todo ¡Pasen buena noche!

—¡Gracias! Igual —le contestamos.

 

La distancia que separa el Uber del portal de mi casa es de apenas 60 metros. Me pongo por delante de él, con las llaves en la mano y buscando entre todas ellas la llave del portal.

—Joder, me encanta tu culo, la verdad.

—¿Te gusta? —le pregunto.

—Sí… Mucho.

—Pues esta noche es para ti… Igual que tú eres para mí.

—Mmmmm me encanta.


Abro el portal , vivo en el bajo así que no hay posibilidad de guarrear en el ascensor. Lo cual me pone mucho…

—Pasa, ¡estás en tu casa!

—¡Gracias!

—¿Quieres algo?— le invito a sentarse mientras me dirijo a la cocina.

—Sí… ¡A ti!

—A mí ya me tienes. Por lo menos, durante esta noche.

—¡Pues ven!

—Espera, dame un segundo…— Consigo deshacerme de él y me dirijo a mi habitación. Cierro la puerta tras de mí, y busco entre los cajones aquel conjunto que me compré con ilusión y, que a día de hoy, aún no he estrenado.

—¿Te queda mucho?

—No, ¡ya salgo!

Me deshago de mi ropa para hacerme con otra mucho más provocativa. Me gusta sentirme sexy. Me miro en el espejo… Perfecto. Salgo de nuevo al salón.

—¿Qué? ¿Te gusta? ¿Ha merecido la pena la espera?

—Wow… ¡Un montón! Dios ¡estás preciosa! Te queda muy bien ese conjunto… ¡Ven!

—No, siéntate ahí. Y ponte esto.

—Hmmm una venda para los ojos… Te gusta jugar ¿eh?

—Me encanta jugar… ¡Póntela!

—¡Ya está!

—Ahora a quien le toca meter mano es a mí.

—¡Soy todo tuyo!

—Quítate la camiseta.


Joder, es un chico en muy buena forma física. No de esos tipos de gimnasio, sino más rollo musculado por su estilo de vida…

—Estás muy bien ¿eh?

—Tú más…

—¿Te gusta que te toquen por aquí?

—Sí, me encanta.

—¿Y que pase la lengua?

—Todavía más…


Ahora soy yo quien le besa el cuello. Le tengo sin camiseta sentado en el sofá de mi casa y con una venda en los ojos.

—Y…  ¿que vaya bajando con la mano hasta tu pantalón para ver qué hay ahí dentro?

—Todavía más — me dice mientras suelta un gemido.

—Ufff… Qué dura la tienes ya… —digo realmente sorprendida. Me encantan las pollas bien duras, con deseo de hacer el animal.

—¡Y más que se va a poner!

—¿Ah, sí? ¿Se va a poner muy dura para mí?

—Sí, se va a poner enorme.

—¿Y si hago esto?


Me inclino… Consigo sacársela del pantalón, miro cómo echa la cabeza para atrás aún con la venda en los ojos, y deslizo mi lengua lentamente por la punta de su polla… Me encanta…

—Dios… Ya lo estás notando —dice mientras su polla se hace más grande dentro de mi boca.

—Siiii… ¡Me encanta que se te ponga así de dura! Ya puedes quitarte la venda, quiero que me mires.

—¡Estás guapísima!

—Y tú —le digo mientras se la chupo. Mientras la meto y la saco de mi boca deslizando mis labios húmedos por todo su pene ¡Está durísima! ¡Qué cachonda me pone!

—Ponte la venda tú. Ahora me toca a mí.

—Mmmm ¿ah, sí? ¿Qué vas a hacerme?

—Qué no voy a hacerte… Quítate la camisa—. Me encanta. Por una parte, no saber qué va a hacerme, e imaginar que va a hacerme de todo me pone loca. Y por otro lado, que me dé órdenes también me pone. Empiezo a ver su lado animal.

—¡Lo que quieras! —le contesto.

Ambos gemimos.

—¿Y a ti? ¿Te gusta que te chupen por aquí?

—Pues claro que me gusta —digo con las tetas en su boca mientras juega con su lengua por mis pezones…

—Ufff.. Me encanta que te las comas enteritas… Mmmmm

—¿Y qué te vaya metiendo la mano por la falda?—. Joder claro que sí. Qué bien he hecho en cambiar mis pantalones Levis por este conjunto tan provocativo. Sin duda, ha dado resultado.

—Entra todo lo que quieras…mmmmm

—¿Y qué meta mi boquita, te aparte el tanga, y me lo empiece a comer?

—Sí, ¡hazlo ya! A ver qué tal se te da…— le contesto mientras se acelera mi respiración.

 

Ahora, quien se agacha es él. Me invita a tumbarme completamente mientras me da besos bajando por mi tripa. Noto la presión de sus dedos en mi piel. Si yo estoy cachonda, él lo está aún más…

Consigue llegar ahí abajo… Se deshace de las bragas que llevo deslizándolas hasta mis tobillos, y empieza a darme besitos muy cerca de la vulva.

—Ufffff…

—Mmmmmm… Sí… Joder qué bien lo haces… Dios…— Me han hecho sexo oral decenas de veces. Pero podría casi afirmar, casi afirmar, que esta vez es la vez que mejor me lo están haciendo.

—¿Y si te follo mientras con los dedos?

—Sí… ¡Métemelos! Mmmmmmm Dioooos…

Oigo cómo gime a la vez que gimo yo.

—¡Tengo que mirar! Mmmm Sí… ¡qué bien lo haces!

—Disfruta…

—Mmmmm … ¡Quiero que me folles. ¡Métemela!

—Vale, ven—. Me voy a ir, pero en su boca.

—Dios, me encantas… ¡Estás mojadísima!—. Sí que lo estaba, sí…

—¡Sí, métemela! Métemela entera!—. Está siendo de lo más increíble y no podía estar más cachonda ahora mismo.

Su polla empieza a penetrarme, a abrirse paso dentro de mí. Noto cada centímetro que recorre. La mete un poco, la saca otro poco. Y la vuelve a meter, esta vez un poco más, para luego sacarla de nuevo, y empotrarme. Me hace gemir muchísimo.

—¡Dame! ¡Dame más fuerte!

—¡Sí! ¡Qué buena estás!

—Joder, ¡me voy a correr! ¡No quiero! ¡Ponte así!

—¡Cómo tú quieras!

—Así… Mira, ¿te gusta así? Que me ponga a cuatro patas para ti —le digo mientras me voy colocando dejándole mi culo entero para él…

—¡Me flipa! Dios qué culo tienes!

—¡Sí! ¡Dame! ¡Hazme tuya!

—He pensado en follarte un montón de veces —me confiesa Adrián.

¿Ah, sí? ¿Te tocabas pensando en mí?—. No sé si será considerado un fetiche, pero pensar que hay tíos tocándose pensando en mí hace que me ponga muy cachonda.

—Sí… Y lo voy a seguir haciendo— Ufff…

—¡Me pone! ¡Fóllame!

—Y tú, ¿te has tocado pensando en mi?

—Te gustaría ¿eh?

—Me encantaría.

—Puede ser… o igual empiezo a hacerlo a partir de ahora—. No puedo evitar sonreír con chulería.

—Sí, hazlo!

Su polla me está follando bien duro. La noto gigante dentro de mí… Y me estremece cuando me la mete entera… Tiemblo y clavo las uñas en el sofá.

—¡Quiero que te corras dentro de mí! Quiero notar cómo te corres y correrme contigo.

—Hmmmmmm ¡sí! Me voy a correr en nada.

Gemimos como locos. Me llevo bien con mis vecinos, a ver mañana cómo me miran.

—¡Sí! ¡Córrete! ¡Córrete dentro!— le ordeno.

—Sí, joder, ¡me corro!

—¡Y yo! ¡Dame, dame!

—¡Ufffff!

Noto su corrida golpeando el látex del condón… Su polla palpitando dentro de mí… Hace que me corra yo también… Mis piernas tiemblan, los dedos de mis pies se mueven sin sentido, y apenas puedo respirar…

Nos quedamos un instante así. El uno con el otro… Sintiéndonos…

—Joder, Miriam… ¡Qué polvazo! ¡Me has encantado!

—Ufff… hacía tiempo que no follaba así con nadie —le confieso.

—Me gusta que haya sido conmigo—. Oh, qué majo por favor.

—Y a mí…

Se tumba a mi lado, enfrente de mí en un sofá no muy grande, pero sin embargo, hacemos un puzzle con nuestras piernas. Nunca me ha parecido cómodo aquel sofá hasta ahora…

—Entonces… ¿me pillo un Uber, o me invitas a dormir?

—Ya te lo he pedido —me río—. Lo siento, pero me gusta dormir sola. Pero ha estado muy bien, ¡de verdad!

 

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