Mi primera sesión de BDSM

07 de Septiembre del 2022
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—¿Nerviosa? —me dijo Manu.

—Un poco, la verdad —dije mirando a mi alrededor.

No era la primera vez que entraba aquí. Vi la habitación cuando me mostraron las instalaciones del club. Claro que ahora íbamos a usarla. No solo estaba nerviosa, tenía algo de miedo.

—Tranquila. Te lo vas a gozar— me contestó con una tranquilidad que envidié—. Si te parece bien, empezamos con la barra espaciadora colgante. ¿Sabes lo qué es?

No tenía ni idea de lo que me hablaba pero solo con verlo lo entendí. Es una plataforma que se usa en el BDSM para abrirte de piernas, básicamente.

Me hubiese gustado tener una pareja estable para experimentar el bondage, la disciplina, la dominación y la sumisión. Vivir mis fantasías sexuales. Pero como no siempre llueve a gusto de todos, finalmente opté por acudir a un club de BDSM. Ofrecían seguridad, confianza y confidencialidad.

Manu era exactamente el tipo de hombre que me atraía. Me bastaba con que fuera capaz de hacerme sentir el placer que buscaba, pero si encima era un tío 10, ole. Pondré una reseña positiva por ese plus en Google.

—Recuerda la palabra de seguridad acordada. Si en algún momento quieres que pare, la dices, ¿vale?

Sonreí. Sabía muchas cosas sobre mí. Hacía unos días que nos conocimos y ambos aceptamos desempeñar nuestros roles en una sesión de BDSM. Tuvimos una larga charla. Me preguntó lo que me gustaba, mis límites, mis fantasías… Fui lo más sincera que pude. Después, hablamos de un acuerdo de lo que estaba dispuesta a hacer y de lo que no.

Para la sesión, me puse lencería transparente roja de encaje en V y tanga. Sexy y fácil de quitar.

—Ven, ponte aquí —me dijo Manu, indicando que me pusiera bajo la barra espaciadora. Solo pensar lo que iba a hacer ya me hizo sentir un ligero cosquilleo de excitación.

Cogió mi mano derecha y abrochó las esposas en mi muñeca.

—¿Te molesta así?

—No, está bien—. A continuación, hizo lo mismo con la otra mano. Ahora estaba atada, con los brazos abiertos, sin poder moverlos.

—Ábrete de piernas—. Era una orden.

Me abrí de piernas y él empujó mis pies. La barra espaciadora cedió y me forzó a abrirme más. Como sumisa, no tenía derecho a rebatir su acto. Me callé, cerró las esposas alrededor de mis tobillos y comprobó que estaban bien cerradas.

—Tira un poco. ¿Te duele?—. Intenté mover los pies, pero era imposible

—No, no me duele, sigue —le dije.

Los latidos de mi corazón se aceleraron. Ese era el principio de lo que siempre había soñado. Pero, los sueños pueden parecer agradables y la experiencia ser muy diferente. Nunca había experimentado el BDSM. No sabía si me gustaría. ¿Y si él no paraba cuando se lo pidiera?

Pasó un pompón de pelo largo y suave por mi brazo derecho. Era sedoso y muy agradable. Me miró a los ojos descaradamente y lo posó en mi pecho, bajando lentamente hasta el ombligo, pero sin llegar más abajo.

Mi respiración se estaba acelerando. Empezaba a sentir. Acarició mi pierna derecha con él, desde la rodilla hacia arriba. Sentía un roce leve, como una caricia suave.

—Espera, todo esto te sobra—. Fue entonces cuando me quitó la ropa de un tirón. No me podía mover. Desnuda, atada: estaba a su merced. La sensación me excitó.

Él no pudo resistirse más. Dejó caer el pompón y posó sus manos sobre mis pechos, masajeándolos con fuerza. Su boca chupó mi pezón con cierta avidez, presionando con sus dientes, primero ligeramente, después con pequeños mordiscos.

Me dolió, pero me gustó. No quería que parara. Pasó de un pecho a otro y, mientras lo hacía, sus dedos buscaban mi punto más erótico. Me penetró con uno de ellos y, aunque no me producía tantas sensaciones como en el clítoris, inició una espiral de sensaciones que me hicieron jadear. Pronto sentí que otro dedo se unía al anterior, y después, otro…

—¡Dios! No me metas el puño —le dije. Pero en realidad, lo deseaba. Quería incitarle a seguir. Excitada al máximo. Dispuesta a cualquier cosa. ¡Sí! ¡Joder! ¡Sí! Se detuvo cuando más cerca estaba del momento álgido.

—¿Alguna vez has probado esto? —me dijo.

—¡No pares ahora cabrón! ¿Es una polla de plástico?

No dijo nada. Actuó. La sensación de roce y caricias en mi clítoris fue instantánea. Era un succionador. Nunca lo había experimentado. Empezó poco a poco, pero aumentó su velocidad.

Nunca había sentido tanto placer con un juguete sexual. Mi orgasmo estaba cerca. Tiré de las esposas de las piernas y los brazos, agitada por todas las sensaciones placenteras que me invadían.

—¡Fóllame! —le grité. Estaba llegando al clímax. Lo quería todo. Pero, paró.

—¡No me jodas! No pares ahora.

—Te estás portando muy mal —me dijo— ¿Te he dicho que hables?—. Había caído en la trampa. Solo buscaba una excusa para demostrar su dominación. Para castigarme por no respetarle.

Vi cómo cogía una fusta de cuero y se dirigía a mi espalda. No podía ver lo que hacía, pero sentí el primer golpe en un cachete del culo. Un leve picor.

Le animé. Aquello me estaba gustando. Nos estaba gustando a los dos. El siguiente latigazo fue más fuerte. El cuarto me dolió de verdad.

—De esto te vas a acordar mañana. Lo estás haciendo muy bien —me dijo con voz dominante.

Aquello me excitaba. Mucho más de lo que imaginaba. Dejó de azotarme, pero sentí su erección rozándome el culo.

Estaba deseando que me follara fuerte, llegar al orgasmo, pero sabía que no podía pedirlo. Me costaba esperar, pero, al mismo tiempo, esta sumisión desataba un placer mayor.

—¿Alguna vez te han follado el culo sin que pudieras moverte?

La note dentro de mí. Estaba tan húmeda que apenas me dolió y me hizo sentir el doble de placer. Le escuchaba gemir y me ponía aún más cachonda.

— ¿Te gusta?

— Sí.

— Dilo más alto. ¿Te gusta?

—¡Sí!

—Sí, ¿qué?

—Sí, mi amo.

En ese instante, se salió. Tampoco había llegado al clímax. ¿Cómo aguantaba? Pero no me quejé.

—Chica lista. Así me gusta, calladita.

Estaba de nuevo frente a mí. Desnudo, por lo que me fijé en su erección. Era obvio que quería llegar hasta el final, pero era capaz de controlarse. Yo me alegraba de ello porque cada vez que subía y bajaba, las sensaciones se hacían más intensas.

— Voy a desatarte.

Me desató, pero me señaló el aparato que había a nuestro lado. Unas barras de acero en el suelo, para poner los brazos y las piernas. Quería que me pusiera en la posición del perrito.

—Ponte ahí, de rodillas.

—Pero… —me di cuenta demasiado tarde que le iba a llevar la contraria. ¿Tendría castigo? Quizás lo deseaba en realidad.

Ya estaba de rodillas en la postura que me pidió. Me ató los tobillos con las esposas de cuero y espació la barra un poco más. Imaginaba lo que sucedería ahora. Pero me equivocaba…

Se abrió la puerta. Quise levantarme, pero no podía.

—No te muevas —dijo en un tono autoritario.

 

Una mezcla de sensaciones, miedo, pudor y placer, se apoderaron de mí. ¿Qué tenían previsto hacer?

—Levanta un poco la cabeza—. Era una orden. Ni lo pensé. Levanté la barbilla y, a mi altura, me encontré con su polla. Era bien grande y no tardó en introducirla en mi boca.

—Quiero que le hagas la mejor mamada de tu vida o tu culo lo lamentará.

¿Qué estaba pasando? Mientras me esforzaba por cumplir su petición, alguien me penetró por detrás. Al principio, con suavidad, pero pronto sus movimientos fueron más rápidos.

Estaba rodeada por tres hombres. Manu tenía el succionador en la mano. Me guiñó un ojo y me dejé llevar.

Me movía al compás de la mamada que le hacía al desconocido, mientras otro me follaba con fuerza por detrás. Manu estaba volviéndome totalmente loca al aumentar la velocidad del succionador. Yo temblaba de placer. Creía que iba a perder el conocimiento de tantas sensaciones.

Y, en ese momento, todos llegamos al placer máximo. Notaba cómo su semen inundaba mi boca.

Cuando pude abrir la boca y respirar, se acercó a mí.

—¿Estás bien?

—No he estado mejor en toda mi vida.

En el acuerdo me preguntaron si estaría dispuesta a hacer un trío o incluso un cuarteto. Yo respondí que sí, pero nunca pensé que lo haría en la primera sesión.

Los otros dos hombres se marcharon sin decir nada. Solo eran peones en nuestra escenificación.

—¿Repetirías?

No me hizo falta pensarlo.

—Sí, mi amo.

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